Las letras, palabras, tintas
unas tras otras no pueden tocarte
no puedo oler tu rojo calor.
Inicio este ritual poema para invocar
en auras, el color de tu cuerpo
que un día toco el cuerpo mío
que no soy ya.
El aire salía y entraba, por tus míos
poros abiertos, tu carne, tu pelo
los ojos y la eterna ansia insaciable
fundir con fuego crudo la roca y la agua
Tus senos, el muslo de duraznos
el jugo de la fruta, la colmena de besos
lenguas errantes y el silencio de horas
charla muda bellísima
queda en la memoria, hoy
desde acá, este presente de hombrecito nuevo.
venia, venia largo, silbando
por los gritos de las multitudes
muchachos, muchachas
falditas, floreadas cintas,
manitas, cintas rosas desamarrando
honestidades milagrosas
y tu piel, de nuevo
viene, viene, va
mujer, mujer
embajadora noble de esa patria
defendida, hijas del fuego
mujer
grabaste ardiendo metales
clavando, la carne humeando
chirreando la cicatriz
tormenta, tormenta
hoy, desde mi barca en alta mar
permanece presencia recordada
en los crujidos del mástil
en la mancha negra donde fogueo la lucha
miro el horizonte de atrás
me empuja al horizonte de delante,
la redondez de la tierra
tus senos,
la redondez leve del horizonte
tus caderas
la tempestad soberana
tu deseo
sigue, sigue
navegando el cuerpo
Deleite en el puerto generoso
para todos construido
alimenta a quien la quiera enamorar.
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